El crimen más infame para Dylan

Bob Dylan lo ha hecho de nuevo. A sus 78 años, y a cuatro de haber sido galardonado con el Nobel de Literatura (en medio de una discusión, como tantas otras que ha ocasionado su personalidad escurridiza, caprichosa y mutante), se ha vuelto a sacar una genialidad de esa chistera inagotable que nos ha dado canciones imperecederas desde la primera mitad de los años sesenta: “Murder Most Foul” (El asesinato más asqueroso). Una canción que reabre y amplía su propio manual para quedar —al menos hasta hoy—, no sólo como la composición más larga que haya dado a conocer, a su vez en la que retoma una técnica escritural influida tanto por la crónica, como por la literatura beatnik —su idea fundacional del stream of conscience—, la novela negra, e incluso por esa idea hoy tan en boga de confeccionar playlists, retomada de los años en que afamados selectores musicales —como el legendario Wolfman Jack, a quien cita en la canción— tejían listas de canciones en base a su intuición, tal como hoy lo hace cualquiera en una página de Spotify o iTunes.
En sí, “Murder Most Foul”, lanzada a manera de sencillo y en lo absoluto —al menos hasta hoy— ligada a algún álbum por publicarse, llega a los 16 minutos con 55 segundos. Como antecedentes de su desbordada imaginación, para un Dylan que siempre ha abolido la idea de que una canción deba durar tres minutos como dispone la radio comercial, están otras tonadas enormes (en todo sentido) como la funeraria “Highlands” (16:31) de Time Out of Mind (1997), la sublime “Sad-Eyed Lady of the Lowlands” (11:23), que ocupaba el lado B del segundo álbum de Blonde On Blonde (1966), la surrealista “Desolation Row” (11:21) de Highway 61 Revisited (1965) e incluso “Joey” (11:05) de Desire (1976) y “Brownsville Girl” (11:00), escrita junto al dramaturgo Sam Shepard para Knocked Out Loaded (1986).

“Murder Most Foal” consta de 4 versos. En el primero, Dylan evoca el asesinato de John F. Kennedy, tema que el estadounidense ya había abordado previamente en aquellos escritos extraviados y conocidos como los papeles “Margolis and Moss”, que finalmente adquiriese Graham Nash en una subasta. Era un día oscuro en Dallas, noviembre del 63 / Un día que vivirá en la infamia / El presidente Kennedy estaba en la cima / Un buen día para vivir y un buen día para morir…, rezan los primeros versos de la canción.

Si bien no se sabe exactamente cuándo fue grabada —al menos hasta hoy—, Dylan ha hecho claro que no se trata de algo reciente, sino que se cocinó “hace un tiempo”. Hay quien la vincula con el sonido del álbum Tempest (2012), en el que Dylan ofrece también otras canciones imbuidas de nostalgia como “Roll On John”, en cuya letra se recuerda el asesinato de su amigo John Lennon. Son sobre todo canciones de su primera época, las que contienen algún comentario político, ejemplo de ello es “Masters of War; o que bien, muy al estilo de Woody Guthrie, una de sus influencias, narran hechos o indagan en personajes épicos como lo hacen “Ballad of Hollis Brown” y “The Lonesome Death of Hattie Carroll” ambas de The Times They Are A-Changin’ de 1964.

Un cambio radical de tratamiento se da en el último verso de “Murder Most Foul”, su más largo, y en el cual Dylan le demanda a Wolfman Jack que lo complazca con una larga lista de canciones. Entre otros personajes, Dylan menciona a John Lee Hooker, Don Henley y Glenn Frey de los Eagles, jazzistas como Stan Getz y Thelonius Monk, Lindsey Buckinham y Stevie Nicks de Fleetwood Mac, Nat King Cole., etcétera. En cuanto a canciones, alude a “Only the Good Die Young” de Billy Joel, “I’d Rather Go Blind” de Etta James, “Don’t Let Me Be Misunderstood” de los Animals y “Another One Bites The Dust” de Queen, por mencionar algunas. Eso sí, a la altura que nos ha acostumbrado, rimándolo todo con gran inventiva, como el juglar impredecible y talentoso que continúa siendo, y que ahora confirma una vez más con esta balada desbordante.

Por: Enrique Blanc

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